Una madre viaja a Ucrania en busca de su hijo desaparecido

Sin ayuda oficial, Marta viaja sola desde el Quindío hasta Ucrania guiada por el amor y la esperanza.

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Marta Lucía, la madre cafetera que viaja sola a Ucrania para buscar a su hijo desaparecido en la guerra

Desde las montañas cafeteras del Quindío hasta los campos de batalla en Ucrania, Marta Lucía Sánchez Torres emprendió un viaje tan improbable como conmovedor. Su historia se ha convertido en un testimonio de amor materno, perseverancia y dolor. Esta madre campesina, sin recursos ni acompañamiento estatal, ha decidido cruzar el mundo para encontrar a su hijo, Robinson Sánchez Torres, desaparecido desde octubre de 2024 durante un ataque en la guerra entre Ucrania y Rusia.

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Una madre colombiana impulsada por la fe y el amor

La palabra clave principal, madre colombiana, representa más que un dato de identidad: es el símbolo de una lucha silenciosa. Marta Lucía, de 59 años, nació en la vereda Chochalito, en Montenegro, Quindío. Criada entre cafetales y trabajos rurales, nunca pensó que su vida tomaría un rumbo tan dramático.

Su hijo Robinson, apodado “Conejo” por sus amigos y familiares, trabajaba como mulero, transportando carga pesada por las carreteras colombianas. Era el sustento de su hogar. Pero a mediados de 2024, un sargento colombiano lo convenció de unirse a la Legión Internacional del Ejército de Ucrania. Le prometieron 19 millones de pesos mensuales. “Se fue por nosotros, para darnos un mejor futuro”, afirma Marta Lucía.

El 28 de octubre de 2024, Robinson desapareció en la región de Donetsk, supuestamente al caer en un campo minado durante un ataque ruso. Las autoridades ucranianas informaron a su familia que probablemente había muerto, pero no recuperaron su cuerpo. Esa incertidumbre fue el detonante de esta travesía.

Foto: NotiQuindío

“No lo siento muerto. Si él estuviera muerto, yo lo sabría”, repite Marta Lucía. Esa convicción la llevó a vender lo poco que tenía, pedir ayuda a conocidos y comprar un boleto con destino a Kiev. Sin hablar inglés, sin escoltas ni traductores, se embarcó en una misión que para muchos parecería imposible.

La desaparición de colombianos en Ucrania: un drama invisible

La historia de esta madre colombiana también pone el foco sobre un fenómeno cada vez más preocupante: la desaparición de ciudadanos latinoamericanos reclutados para pelear en conflictos extranjeros.

Aunque no existen cifras oficiales claras, se estima que más de 50 colombianos han viajado a Ucrania desde 2022 para integrar sus fuerzas extranjeras. Las razones son económicas. Las promesas de sueldos elevados y la posibilidad de enviar remesas a sus familias han empujado a decenas de jóvenes a enrolarse en una guerra que no les pertenece.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia ha emitido comunicados advirtiendo sobre los riesgos de estos reclutamientos. Sin embargo, Marta Lucía asegura no haber recibido ayuda oficial. “Nadie me ha llamado del gobierno, ni siquiera para decirme que lo sienten”, denuncia con voz serena.

Actualmente, vive temporalmente en un albergue en Kiev, mientras recorre hospitales, morgues y campos de refugiados en busca de pistas. Lleva consigo una fotografía desgastada de su hijo y una carta traducida al ucraniano que explica su caso.

“Algunos me miran raro, otros me ayudan. Pero yo no me voy a devolver hasta encontrarlo, vivo o muerto”, sostiene con firmeza. Su historia ya ha empezado a circular en redes sociales y medios locales de Europa del Este.

Un llamado a la solidaridad y al reconocimiento

Casos como el de Marta Lucía Sánchez no deberían pasar desapercibidos. Son reflejo de una realidad compleja que involucra pobreza, abandono estatal y conflictos internacionales. La valentía de esta madre colombiana ha conmovido a quienes han conocido su historia.

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Organizaciones de derechos humanos y comunidades migrantes han comenzado a difundir su caso. Algunos abogados están considerando apoyarla para que pueda acceder a canales diplomáticos o jurídicos que faciliten su búsqueda.

Por ahora, Marta Lucía continúa sola. Pero no se rinde. Camina cada día por ciudades desconocidas, guiada por una fe que desafía la lógica. Ella no busca fama ni venganza. Solo quiere respuestas. “Yo no soy política, no quiero problemas. Solo quiero encontrar a mi hijo”, dice con los ojos llenos de esperanza.

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