Yoko, el chimpancé que no puede compartir su hábitat con otros

La historia de Yoko revela los desafíos de la humanización en primates.

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El chimpancé Yoko, que ha vivido intensamente humanizado en Risaralda, enfrenta desafíos para integrarse a un santuario de primates.

Yoko, un chimpancé que ha pasado gran parte de su vida en Risaralda, no está preparado para compartir su hábitat con otros chimpancés debido a su intensa humanización. Según Julio César Gómez, director de la Corporación Autónoma Regional de Risaralda (Carder), Yoko ha desarrollado comportamientos humanos que lo han alejado de su naturaleza animal, complicando su posible integración a un santuario.

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Yoko: Un chimpancé con vida de humano

“Yoko fue altamente humanizado; comía con tenedores, fumaba cigarrillos, manejaba bicicleta, montaba a caballo, veía televisión, tenía sus mejores marcas de ropa, pintaba, iba a estudiar y hasta compartía un cuarto con un niño”, relató Gómez. Esta humanización ha generado una dependencia hacia los humanos, dificultando su adaptación a un entorno natural con otros chimpancés. Su estilo de vida ha creado una brecha entre su comportamiento natural y lo que se espera de un chimpancé en un hábitat salvaje.

Dada esta situación, el interés por trasladar a Yoko a un santuario especializado en Brasil sigue creciendo. Sin embargo, existe preocupación sobre el impacto emocional que podría tener en él este cambio, especialmente considerando que podría experimentar una crisis de ansiedad y una disminución en sus defensas por la soledad en la que se encuentra.

La importancia de un entorno adecuado para Yoko

Gómez subraya la necesidad de ofrecer a Yoko un entorno que le permita desarrollar su identidad como animal, a pesar de su humanización. “Yoko es una especie muy especial; necesita sentirse querido, amado, escuchado y respetado para mantener su estabilidad”, enfatiza el director de la autoridad ambiental. Esta visión humanitaria es fundamental para garantizar su bienestar emocional y físico.

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El santuario de Grandes Primates en Sorocaba, San Pablo, Brasil, se considera el lugar ideal para brindarle el cuidado especializado que Yoko requiere. “Estos animales son como nosotros; es como si a nosotros nos confinaran a un calabozo a vivir el resto de nuestras vidas”, agregó Gómez. El objetivo es asegurar que Yoko disfrute de los cuarenta años de vida que le restan, libre de estrés y con la atención adecuada que su situación única demanda.

El Pereirano

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